lunes, 30 de abril de 2018

A PERFECT CIRCLE (2018) Eat The Elephant


14 años después de su último disco en la formación de A Perfect Circle solamente se mantienen inalterables los fundadores del proyecto, Billy Howerdell como el maestro de ceremonias absoluto grabando la guitarra, el bajo, los teclados, algunas voces y las diferentes variantes sonoras incluidas en el disco (además de meter mano en la producción), y esa auténtica y única bestia parda llamada Maynard James Keenan como vocalista principal (quien también contribuye a la producción). A partir de aquí, y para grabar el álbum, han colaborado en el estudio con Matt McJunckins (adjudicado también para los directos), que ha grabado el bajo para dos de los temas del disco, y repartiéndose las tareas a los parches la cosa ha estado entre Matt Chamberlin, Isaac Carpenter, Jeff Friedl (adjudicado también para los directos) y Dave Sardy, el cual ha sido el tercero en discordia en la producción del disco además de encargarse también de las mezclas. Para su puesta de largo en directo han incluido también al fantabuloso James Iha (The Smashing Pumpkins) a la guitarra y teclados, quien ya hizo su pequeña aportación en el anterior Emotive para la versión del People Are People de Depeche Mode



Dotados todavía de esa magia que los hace únicamente comparables a ellos mismos y consiguiendo una vez más sorprender y descolocar al personal con un disco que, sin perder un ápice de su personalidad, añade, pule, revisa y amplía su propio ideario musical y conceptual para ofrecernos una obra que abre infinitas posibilidades sobre lo que fueron, son y serán APC dentro de su universo personal, Eat The Elephant no es un disco ni mejor ni peor que sus antecesores, Eat The Elephant en un disco tan diferente, mágico, espiritual y único como sus antecesores. Expuesto claramente a las mieles del pop delicado y sofisticado, la inicial Eat The Elephant, la descomunal So Long And Thanks For All The Fish, o la melancólica Feathers son claros ejemplos de ello, puede que durante las primeras escuchas Eat The Elephant se convierta en una obra, extraña, inconexa e incluso olvidable, pero una vez nos dejamos seducir por las irresistibles melodías de un Howerdell que trabaja más allá de lo sublime y un Maynard que utiliza su voz cual guía espiritual en un ritual musical de muy alto nivel, la obra entera se acaba desplegando ante nosotros cual iluminación divina encontrándonos con un trabajo tan disfrutable como sus dos primeros discos, sino más.


Muy reprochable la porquería de edición en cd que se han atrevido a poner en circulación. Triste digipack sin libreto con dos fotos cutreras interiores y las dos de portada y contraportada, ni tan siquiera las letras o algo más trabajado en el diseño. Poco van a conseguir de esta manera si quieren vender algo de tirada en cd ya que las noticias de este tipo corren como la pólvora entre esa casi extinta raza de humanoides que todavía compramos música en formato físico. El concierto que darán en el próximo viernes 29 de Junio en el marco del Be Prog My Friend junto a nombres como A Pain Of Salvation, Baroness y Oranssi Pazuzu puede ser de lo más grande del año, pero todavía sigo a la espera de noticias en el curro para poder saber si podré asistir. A los que podáis (entradas a 85 euros Pueblo Español) no os lo perdáis, yo los vi en la gira del Thirteen Step y fue una delicatessen para toda la vida.

Puntuación 9

jueves, 19 de abril de 2018

PENNYWISE (2018) Never Gonna Die


Más allá de encontrarnos en un momento en el que uno de los payasos favoritos del cine de terror vuelve a estar de moda gracias al remake de IT facturado por el argentino Andy Muschietti el pasado año, y de la que estamos esperando con ansiedad su resolución final en forma de secuela para el 2019, la banda de punk californiana que toma el nombre del más famoso asesino bufón creado por Stephen King en 1986, vuleve al candelero cuatro años después de su última factura de estudio (Yesterdays, 2014) para demostrar la experiencia y el grado que suponen estar en la cresta de la ola del punk-rock americano durante los últimos 30 años sin opción a ser desbancados.

 

Cierto es que no todo ha sido un camino de rosas. En 1996 se suicidaba su bajista original Jason Thirsk a quien dedicaban el siguiente largo (Full Circle, 1997) y al que finalmente acabó sustituyendo Randy Bradbury, profesor de bajo de Thirsk. Otro de los baches gordos al que tuvieron que hacer frente fue cuando en 2009, su vocalista Jim Lindberg decide salir de la banda por cansancio dejando huérfano al combo, capitaneado ahora por su guitarrista Fletcher Dragge que encontró en Zoli Téglás, vocalista de la también banda de hardcore Ignite, el sustituto y el revulsivo perfecto para volver a la carretera después de firmar uno de los mejores y más frescos álbums de su carrera con aquel magistral All Or Nothing en 2012. Sinceramente uno de los aciertos más solventes y sólidos de toda su carrera. Pero la intención de Téglás no era la de quedarse permanentemente en Pennywise y después de un aparatoso accidente en la espalda durante un concierto en Alemania y estar en contacto con Linberg durante su recuperación, es a finales de ese mismo año cuando Lindberg anuncia su retorno al redil garantizando un álbum de estudio previsto para el 2014.

 

Llega el 2014 y con él se materializa la promesa del nuevo álbum. Yesterdays es un trabajo sin demasiadas expectativas que retoma la garra y la fuerza que la banda proyectaba antaño de manera bastante convincente. Dato que juega enormemente a su favor consiguiendo recuperar el fueye perdido y ponerse de nuevo a la cabeza del punk rock californiano a la par con sus compatriotas Lagwagon quienes siguen también en una brecha tan estable como intachable.  Retomado el liderazgo y tomándoselo con la calma de la edad y la seguridad del veterano que sabe como hacer las cosas, Pennywise vuelve al estudio este 2018 para facturar este momenutal Never Gonna Die, un disco que engloba con carácter y certeza su posición socio-política, de la que siempre han hecho gala, con una colección de 14 canciones tan irresistible como imbatible.


Dudo mucho que a estas alturas de la película Pennywise sean capaces de captar nuevos adeptos en manada, siempre habrá alguien que los descubra con este disco y mire hacia atrás para desgranar su amplia discografía que consta ya de 12 discos de estudios, pero es indudable que su capacidad para satisfacer a sus fans de antaño y de producir misilazos imparables de punk rock de carácter ultramelódico y conciencia social sigue tan intacto como el primer día. Se nota que Lindberg ha vuelto con ganas (y los suyos lo han acogido con los brazos abiertos) de emocionar y vibrar con Pennywise de la misma manera que lo hacemos nosotros.

Puntuación 9

sábado, 14 de abril de 2018

NATOS Y WAOR (2018) Cicatrices



Con unos números que ponen en evidencia cualquier producto abalado por el mainstream y las discográficas de nivel, Natos y Waor han conseguido posicionarse como los auténticos e imbatibles reyes del rap español actual. Con tres trabajos largos firmados bajo el nombre de Natos y Waor, dos referencias en formato EP como Hijos de la Ruina y un par de maquetas editadas al principio de la película, el dúo madrileño ha conseguido llegar a un nivel inalcanzable e inimaginable para cualquiera en su misma situación. El poder de las redes sociales, las escuchas digitales y el clásico boca a boca a hecho de ellos las estrellas más grandes dentro de ese cajón de sastre actual (en el que todo cabe) llamado "música urbana". No os voy a rallar con número de descaragas, escuchas o reproducciones de youtube, pero para que os hagáis una idea de la magnitud de su éxito, el sábado pasado llenaron el Palacio Vista Alegre de Madrid con 11.000 personas haciendo un sold-out en toda regla meses antes de su celebración (y retransmitiéndolo en streaming en directo), y hoy mismo realizarán la répicla catalana en el Sant Jordi Club de Barcelona metiendo a 5.000 personas más colgando el cartel de sold-out desde hace meses también. La evidencia es ya irrefutable.

 

Que Natos y Waor son calle y real ha quedado claro en sus trabajos anteriores. Trabajos en los que la crudeza, la depresión, el alcohol y las drogas de diseño eran los máximos protagonistas de sus líricas imponiendo una oscura realidad que existe y conecta con la juventud de manera inequívoca anteponiendo sus vidas y su desnudez emocional al servicio de un público que los ha adoptado como los redactores de la ruina que les ha tocado vivir a la llamada generación perdida. Tocaba ampliar el campo de acción, enriquecer el estilismo, crecer y madurar. Con un Natos que ha dejado las drogas desde hace un año y por ello (dice) sabe apreciar más las cosas y disfrutar de lo que tiene y un Waor que ha aprendido a ponerse en la piel de un poeta urbano de carácter romántico, Cicatrices se convierte en la evolución necesaria culminando una carrera plagada de éxitos en la que, al menos por ahora, el límite parece estar en el cielo.

 

Colaborando con su inseparable Recycled J una vez más en dos de los temas del disco, el cerdaco de Costa, el sólido Denom, el gran Charlie de Hijos Bastardos y el omnipresente Maka (algo así como el Bad Bunny español por eso de aparecer en casi todos los discos nacionales de música urbana como colaborador estelar), Cicatries consta de 13 cortes grabados en el estudio mano a mano con el mago de las mezclas Pablo Gareta, quien ha contribuido ampliamente al arreglo de muchos de los ritmos que finalmente han formado parte de este prácticamente perfecto tercer largo, Natos Y Waor es el  combo de rap más descomunal que ha salido de Madrid desde los días del Club de los Poetas Violentos. Ampliando considerablemente la versatilidad en las bases y añadiendo unos estribillos simplemente irresistibles (asignatura que tenían pendiente desde sus inicios), Cicatrices es el mejor disco de rap que podrás escuchar este año y posiblemente del año que viene también. No hay competición.

Puntuación 9

jueves, 5 de abril de 2018

JACK WHITE (2018) Boarding House Reach

(portada alternativa)

Habiendo formado parte de uno de los dúos mas reverenciados por mi persona (y la de muchos otros) de finales de la década de los 90 y la primera década de los 2000 (The White Stripes), siendo partícipe de dos de los proyectos rockeros más interesantes de los últimos años (The Dead Weather y The Raconteurs) y habiendo colaborado con artistas tan dispares como incontables de todos los calados (A Tribe Called Quest, Beyoncé, Alicia Keys), la figura artística de Jack White puede considerarse prácticamente como imprescindible dentro de la actualidad rock de las últimos 25 años y, por supuesto, ineludible a la hora de nombrar las personalidades musicales más importantes, notorias, influyentes y referenciales de la música americana del nuevo nuevo milenio. Por todo ello y, sobretodo, por los tres fantabulosos discos en solitario que ha facturado en los últimos 6 años, poder verlo finalmente sobre las tablas de un escenario, evento imperdible que calará el primer día del Festival Cruïlla que se celebra en Julio en el recinto del Fòrum de Barcelona, va a convertirse en un momento sumamente especial para mí.


Con dos discos de estudio a sus espaldas facturados bajo su nombre artístico (Blunderbuss, 2012 y Lazaretto, 2014) John Anthony White vuelve a meterse en el estudio, esta vez han sido tres repartidos entre Los Angeles, Nueva York y Nashville, para facturar el disco más inclasificable y bizarro de toda su carrera. Gestado en un pequeño apartamento de Tenesse en el que White grabó todas las maquetas de las canciones en una grabadora reel-to-reel (magnetófono o magnetófono de bobina abierta) que adquirió cuando tenía 14 años, Boarding House Reach está plagado de sorpresas, matices y variaciones estilísticas de alto nivel y cierta complejidad haciendo de él una obra multidimensional, elástica y alucinógena a partes iguales con la que hay que estar dispuesto tanto a obviar las ideas preconcebidas que podamos tener sobre lo que nos deberíamos encontrar en un disco de Jack White como a sacudirse todos y cada uno de los complejos musicales que podamos tener antes de pegarle una escucha, dato a tener muy en cuenta.


Forjado sobre la clásica base de rock y blues añejo a la que nos tiene bien acostumbrados White en casi todas sus personificaciones musicales y explotada febrilmente en su faceta en solitario, el música natural de Detroit se arma de valor para producir el disco, co-mezclarlo y tocar en él la guitarra, la batería, los teclados y los sintetizadores (ahí es nada) y en el que han colaborado varios músicos de estudio para darle forma a esta obra de orfebrería musicales de dimensiones casi cósmicas. Volcando su versatilidad estilística en cada uno de los temas convirtiendo algunos de ellos en descomunales collages musicales de alto nivel, el disco navega por el soul, el gospel, el funk, el jazz, el country, la experimentación electrónica, el spoken-word o incluso el rap sin sonar forzado en ninguna de sus vertientes y poniendo como testigo único e hilo conductor del disco su variado registro vocal (prácticamente todos los temas tienen efectos en las voces). Una maravilla de órdago a la grande. 


Curioso ver incluido al fin uno de los temas de White que más flirteos y novias ha tenido desde su primer esbozo en 2005 cuando Over And Over An Over iba a convertirse en un tema de los White Stripes para más tarde sonar como una posible colaboración con Jay Z o incluso oír campanas de su grabación en sus días junto a The Raconteurs. Me alegro mucho de que al final haya salido a la luz, lo merecía, y que haya sido precisamente en uno de sus discos en solitario.

Puntuación 9